Reproductor de música

sábado, 9 de marzo de 2013

Cartas a un Ruiseñor.



Necesitaba hacer esta entrada, para escribir sin frenos.

Callamos cuando debemos hablar, y hablamos cuando debemos callar, y así es el ser humano tan impredecible, tan zoquete y tan irracional.
Y decían: “Somos el único ser racional que ha existido” y yo escéptica añadía un sonoro “Já”. Es cierto que pensamos más de lo que debiéramos pero, ¿Quién es el valiente que le hace caso al Corazón? Sin duda, mí querido Ruiseñor.
El bate sus alas con fuerza, sin miedo a caer y por las mañanas con la luz del alba, te dedica sus buenos días con una melodía celestial. Y jamás, tiene miedo de un “¡Vete!”.

Desde pequeña les tuve fobia a los pájaros, pero cada vez voy aprendiendo a admirarlos. Desearía tener sus alas para volar y volar, y en el momento de la caída libre, frenar en seco, frenar en las penumbras y alzarme de nuevo entre nubarrones grises de tormenta, vientos huracanados; y una vez pasado todo esto, contemplar de nuevo la belleza del sol, que este seque mis plumas, que las roce lentamente, y las haga brillar con la fuerza suficiente para cegarte.
Pero… ¿Qué sucede cuando mi querido Ruiseñor deja de piar? ¿Eso qué significa realmente? ¿Quiere decir que tu corazón deja de latir, de amar?

Soy una montaña rusa de exorados sentimientos… Hoy arriba, mañana abajo… Y yo me pregunto qué sucederá cuando el viaje caduque… ¿Saldré mareada? O por lo contrario, ¿Seré capaz de subirme a la locura que llaman “Amor”, de nuevo?
Cada uno lleva dentro de su ser a su caballero, y a su damisela en apuros.
Y yo ahora mismo, voy sin frenos escribiendo estas míseras palabras a mí querido Ruiseñor que dejó de posarse en mi ventana todas las mañanas. Dejó de piarme al oído. Dejó de amarme, y ahora, cada vez que me asomo a la fuente del patio, no está allí, es más, la fuente ha dejado de emanar agua a borbotones. Y yo sentada en mi ventana me pregunto si un buen fontanero con la raja del trasero al aire, será capaz de arreglar semejantes tuberías, atascadas de hojas secas y plumas de mi querido Ruiseñor.

Aun así todas las noches, corro la cortina de lino de mi ventana y esta la abro, para que entre y me píe bajito, tan bajito que solo mi corazón pueda entenderlo… y cuando eso suceda “¡Ay qué será de mi!” Mi corazón se acelerará y la fuente volverá a expulsar agua de una forma magistral, o tal vez no.

Y llega, lo sé, sé qué llega, y lo veo, ahí esta chapoteando, mirando a mi ventana con sus plumas húmedas, con sus alas abiertas, y me dice que le acompañe, que no me quede más en ese lugar.
Es de noche. Cojo mi abrigo, bajo… y ahí está, silencioso mirando hacia la calle, donde las luces anaranjadas de las farolas colorean la niebla invernal, y me dice mi querido Ruiseñor: “¡Huye!”. Miro hacia mi ventana y quiero llevármela a cuestas, quiero seguir contemplando la ciudad des de ahí arriba, pero es hora de marchar, de correr, de ser libre, de amar, de sufrir y de volver a caer. Es hora de volar.

Y decido marchar. No sé que rumbo llevo, pero llegaré a algún puerto. A menudo que avanzo, miro a mi querida ventana, la cual va empequeñeciendo, y corro. Tengo miedo. Me asusta no saber seguir, no quiero lo desconocido. Y vago, vago por las callejuelas de la ciudad, me cruzo con feriantes que son felices, con niños que juegan, mujeres lavando ropa… me cruzo con miles de sombras de gente que fue, fue como yo, sombras de gente de años atrás, gente a la que ame, pero mi querido Ruiseñor se va volando y no puedo pararme detenidamente para ver de quien se trata.

Me derrumbo ante mi fragilidad y lloro como un bebé… y vuelvo a caer. Tengo las rodillas sollozadas, la ropa rota pero, algo me levanta, y me alzo ante la inmensidad de la vida, y por un momento soy feliz y mi querido Ruiseñor pía.

Me comienzo a mover entre puestecillos de pan y vino, como una muñeca sigilosa y torpona, y todo el mundo me sonríe y me tiende su mano, y suena música. ¿De dónde vendrá? Todo esto es un sin sentido, giro sin parar del brazo de unos y de otros. Luces de colores. ¿Será esto la felicidad?

Una luz alumbra a un enmascarado y mi ruiseñor se posa sobre un cable a observar. Y yo temerosa me acerco con cuidado, me acerco como un gato, y de vez en cuando me asusto con sus movimientos… Me tiende su mano. Dudo pero, al final, acepto, y lo que antes fue un baile tradicional, se convierte en un puro vals. No le veo el rosto, pero si percibo su aroma a canela y leche… Y pasan los días y seguimos bailando, mirándonos, y la gente expectante cuchichea. Las luces del mundo se encienden a nuestro alrededor y de repente, nos encontramos volando por encima del Louvre. Querida París, todo es tan bello en ti.

Ascendemos y seguimos danzando, sin dejar de miraros, y todo es tan mágico, todo es tan perfecto que me asaltan las dudas “¿Merezco yo esto?” y me suelto de su mano, y caigo, caigo, y caigo, pero antes de impactar con el suelo su mano me aferra y mi Ruiseñor me pía. Ambos unidos aterrizamos en el suelo… y sin quererlo mi pobre corazón arreglado con celo, comienza a enrojecerse, y duele, porque a veces el amor es eso: Dolor. Y al sentir esas punzadas miro a mi ventana, dejada atrás, y me digo: “Con un solo no me sueltes, bastará” y así es, me agarra aun con más fuerza.

Me sacudo la ropa, y agarrados de la mano me marcho con él, y con mí querido Ruiseñor. Por el camino tropezamos pero sabemos superarnos con firmeza. Y llega el momento en el que quiero saber quien es esa persona que me ayuda, que me entiende, y que me apoya… pero, cuando voy a quitarle la máscara, me doy cuenta de que solo es aire, y sus ropas se desploman. De nuevo, me hallo sola bajo la intemperie, acompañada tan solo de mi querido Ruiseñor. Y vuelvo a comenzar de nuevo enjugándome las lágrimas que brotan de mi fuente.
“Así es la vidad, un devenir de sentimientos, unas veces arriba, otras abajo” pienso.

Comienzo a andar por el desierto de la melancolía y de la soledad. Mis zapatos se llenan de arena pero, no hay tiempo de sacudirlos, no hay tiempo de parar, tengo que vivir y salir de este lugar. Necesito volver a París. Necesito volver a mi ventana, estar protegida por mis recuerdos, por mi fuente, pero algo me lo impide, algo me impide regresar al pasado… ¿Qué es? La independencia, la vida, la maravillosa vida. Ya nada duele, las heridas han cicatrizado. El corazón se ha emendado y miro hacia mi querido Ruiseñor que me espera allá, donde podré ver el verde de los campos y el azul del mar. Corro hacia su encuentro, y antes de salir de aquel pozo, antes de poner un pie fuera, miro hacia lo oscuro, y solo queda la nostalgia de lo que fui, de lo que fuimos, de lo que quería ser, y de lo que queríamos ser, pero no hay dolor.


Salgo.


Me siento viva.


Me siento bella.


Así es la vida querido Ruiseñor, unos salimos pero, otros quedan en el abismo de la desesperación. Vivir es amar, y amar y vivir conlleva sus riesgos, pero no hay nada irreparable. No hay nada imposible si te tengo a mi lado, si te tengo querido Ruiseñor, querida fuerza de voluntad, querida esperanza, querida yo.




Por LML.