Reproductor de música

martes, 29 de abril de 2014

Levedad

Ahí, espérate ahí. 

No te muevas. 
Déjame retratarte. 
Déjame captar
los primeros rayos de sol,
que comienzan a rozar tu piel;
quizás del mismo modo
que lo hicieron mis manos anoche. 

No te muevas.
No te muevas porque estás preciosa. 
Déjame observarte solo un segundo más,
déjame ver tu desnudez más natural. 
Esa desnudez,
que este amanecer está salvando;
salvando digo, de las penumbras 
que habitan en mis sábanas, 
salvando quizás de mis penumbras. 

Y no, no te vayas, no caigas de nuevo. 
No desaparezcas. No quiero. 

Pero, ¿qué coño importa lo que yo quiera?
 ¿qué importa si te quiero aquí y ahora?
 ¿qué importa si lo que quiero es
 perderme en las curvas de tu cuerpo? 

¿Qué importa?...

¿Qué importa ya? Si solo eres la levedad de un ser
 que ya no se apoya en mi ventana. 








Los martes nunca me sentaron bien.
Ni los lunes, ni ningún día de la semana.

Tanto fotografía como texto son mías y nada espero que os guste, disfrutéis o lo que queráis.
Mil besos, Lala.

PD: No hagáis la típica pregunta de si soy yo la de la foto, porque creo que la respuesta es clara. No, no soy.



domingo, 6 de abril de 2014

El ojalá de toda una vida

Me he perdido tantas veces en el recuerdo de unos ojos, en las dunas del desierto… me he perdido tantas veces entre sábanas blancas, entre castillos de arena volando con el viento, mentiras piadosas que no se apiadaban de mi, de mis llantos amargos, de cada noche en vela y cada vela encendida para escribir quizás a la luz de la luna. Porque me he perdido mil y una vez en unos labios que dolían, entre unas manos mecedoras de mi pequeño cuerpo que se estremecía. Me he perdido tantas veces entre palabras dulces, y dulces besos; entre miradas certeras y canciones dedicadas… Me he perdido tantas veces, que solo quiero encontrarme, o que me encuentren. Que me encuentren allí donde solía ir o aquí en mi habitación, tumbada sobre esta cama que se me queda grande. Que me encuentren cruzando un descampado, disfrutado de la vida rural; o perdida entre edificios de esta ciudad. Que me encuentren quizás acurrucada en mi terraza como cada tarde viendo la puesta de sol y de lejos la Giralda; o quizás en cualquier bar, disfrutando tal vez de la leve soledad que me acompaña, o de una fresca cerveza en este mes de abril que solo trae penas. Penas porque puede ser que me hayan encontrado unos ojos que no esquiven al verde de los míos…

Todo el mundo quiere ser encontrado. Quiere ser encontrado por una mano firme que ayude como sustento; por unos labios que sanen las heridas; unas palabras dulces que no escondan tras de sí mentiras… todo el mundo quiere ser encontrado, encontrado para vivir una historia de amor, de esas que te venden en la televisión, de esas de príncipes y princesas; y es así. 
Pero independientemente de lo que queramos o no, de lo que deseemos, jamás nos encuentra quien queremos y el que lo hace, si es la persona errónea, posiblemente nos pierda más aún, hundiéndonos quizás en una fortaleza de la que posiblemente no salgamos, sin ayuda. Por eso yo estoy en lo alto de esta torre de hielo, esperando a "algo" a lo que llamo un Nino Quincampoix, esperando que me encuentre, que me despierte. Pero, en el fondo sé que ni tengo el pelo tan largo como para que escale hasta aquí arriba, que sus besos no van a hacer que despierte de este trance tan monótono, ni que tan siquiera el fuego que desprenda su amor consiga descongelar todo lo que he creado al perderme una y mil veces; y sé, que cada vez que veo a una pareja feliz y disfrutando pese a que pienso: "vais a acabar algún día" yo quiero aunque sea empezar y si acaba, que acabe. 

Y llegados a este momento sorbiendo un poco de este té que abrasa mi garganta, me pregunto que qué hubiese sucedido si Amelie no hubiese encontrado a Nino, qué hubiese sucedido si el príncipe no hubiese besado a la princesa, si Link no hubiese rescatado a Zelda… ¿Qué hubiese sucedido? 
Seguramente otros lo hubiesen hecho, pero por qué ellos, o mejor dicho por qué yo, por qué a mi, si hay tantas chicas ahí fuera en este mismo estado; y pese a estas estúpidas preguntas que una se hace escuchando el sonido de un cofre abrir, sigo creyendo. Es cierto, corren malos tiempos para los soñadores, pero no me rindo.

 Mi torre cada vez va más alta, cada vez está más fría, y sigo esperando, llamadlo paciencia, llamadlo esperanza, o como queráis. Algún día el ojalá de las 11:11, de las 11:12, de las 11:13 y de toda una vida llegará, o quizás haya llegado… 

Y si no ha llegado, será otro error más que sirva de aprendizaje. 



Siéntate a mi lado, mírame mirarte,
mírame mientras clavo mis ojos verdes sobre los tuyos. 
Mírame en silencio, y a oscuras, 
mírame entre la multitud, quizás esperándote. 

Y hablemos de todo, y riámonos del mundo. 
Y si resulta fallido, pues bienvenido sea, 
pero que no nos quede el "y si",

que eso sin duda, es lo que más duele. 



Un placer escribir otra vez para vosotros, disfrutar. 

PD: < ^ > < ^ >