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sábado, 29 de junio de 2013

Anya

Hoy os quiero contar la historia de Anya, por una cosa o por otra es el momento idóneo o no tan idóneo para sacar su historia.


Anya era una chica del sur, quizás del norte. Creo recordar que pertenecía a Europa, o... ¿era a África? No, esperad, era de Asia, o quizás de América. No lo recuerdo... El caso es que vivía en un pequeño pueblo a las afueras de una enorme ciudad (un tópico), el pueblo era de montaña, pero costero.

Durante su infancia ( un poco corta) le gustaba perderse entre los bosques de los alrededores, soñaba con ser un hada a veces, y otras veces con ser un arquero, pero lo que de verdad le gustaba era tumbarse en un claro que había cerca del arroyo, y observaba el cielo mientras que los rayos del sol se colaban entre hojas de álamos blancos. Sacaba un libro, y en ese mismo lugar leía, y leía y dejaba volar su imaginación... Otras veces, se iba a la playa y se sentaba en el muelle, contemplando la franja que limitaba el mar del cielo, soñaba con ser pirata, o marinera... Y así pasó sus primeros años...

Por unas cosas u otras, el destino le pasó una mala jugada o quizás buena; y con 10 años tuvo que comenzar a madurar. Cuidar de la casa, ayudar en todo lo necesario. Cuando debería haber estado jugando con muñecas, daba de comer a sus hermanos. Cuando debería haber estado retozando en la calle, Anya limpiaba. Así que desde pequeña no tuvo amigos, tan solo los libros, y las muñecas que abrazaba con fuerza por la noche. Y ella lo comprendía todo, sabía que tenía que ayudar, al fin y al cabo "era la mayor"-pensaba.

Llegaron los tiempos de adolescencia, y ella seguía ayudando, con unas amigas u otras salía de vez en cuando, pero no encajaba (y no es la típica escusa que ponen los adolescentes ahora: No encajo, soy diferente) ella no encajaba porque era esa pieza perdida de un puzzle guardado en el baúl más insignificante del desván, no encajaba porque jamás había tenido que hacerlo.

Anya seguía igual, sin quejarse porque lo comprendía, sus hermanos eran pequeños y necesitaban más atenciones, y jamás alzó la voz para decir: "A ellos sí, a mi no..."; porque entendía, y maduraba con el paso de los segundos...

Pasaron las horas, los días, las semanas, y los años... y esa pieza olvidada quizás encontró su lugar. Se enamoró.

Soñadora, a más no poder, creyó en la eternidad de los besos, de las caricias, de las sábanas revueltas. Creyó porque lo necesitaba, y soñaba con el "para siempre" que sueñan todas las personas enamoradas... Y se refugiaba entre los brazos de su amor, él jamás le pidió nada a cambio. Y ella como llevaba tanto tiempo llorando en su habitación sola, se acostumbró a hacerlo en la cama de él.
Cada día que pasaba era una sonrisa, un beso, una palabra, que guardaba en la caja de los recuerdos, y así poco a poco, fue construyendo un castillo.

Quizás era joven para enamorarse, para darlo todo... pero lo dio, lo dio todo a cambio de nada, porque ella solo pedía y quería llorar entre sus brazos, quizás que alguien la entendiera. Y eso consiguió, por fin, se sentía bien.
Los años, la experiencia, los viajes, y su forma de ser, le llevaron a conocer a grandes personas, que también la arroparon; pero discreta como ella sola, no quería importunar a nadie con sus cuitas, e iba guardando, y guardando en el saco de la desolación, de la desesperación y de la tristeza.

Un tiempo más tarde la realidad le pilló de espaldas. Se tiró una eternidad pensando que el amor era eterno; y se dio cuenta de que si lo usas demasiado se gasta. Volvió a la soledad de su habitáculo, a las noches en vela. El castillo que construyó fue de arena, y el viento se lo llevó. Y no lo comprendía, se había tirado una vida dedicada a los demás, comprendiéndolo y ahora no entendía la razón de por qué esa soledad asfixiante...
Y pasaban las horas y el consuelo de aquellos brazos que un día la sujetaron, los encontró de nuevo en los libros, en la lectura.
Y poco a poco, sin dejar de sonreír, sin dejar de mostrar el verde más intenso de sus ojos, fueron sanando las heridas.
Pero tuvo bajones, y aunque tener bajones es de humanos, sus llantos no lo eran.
Porque quizás todo el amor que tenía ahora guardado en su corazón, a parte de a sus seres queridos y amigos, no tenía a quien dárselo... por mucho consuelo que te den unos libros, la realidad le había enseñado que como el calor de unos abrazos que te quieren y te aferran fuerte impidiendo que la caída sea desde demasiada altura, no había nada. Y aunque no le echara de menos, si que echaba de menos Amar... y ser Amada.





El amor queramos o no, da mucho sentido a la vida. Y el Amar, nos hace más felices aunque eso a la larga quizás nos lleve al sufrimiento. Pero si hay algo que he aprendido ya con los años es que, hay que disfrutar el presente, porque el camino del futuro es demasiado incierto y tiende a caerse.


Un beso, con mucho cariño, Laura.

miércoles, 26 de junio de 2013

Mask.

Vivimos en un continuo baile de máscaras, al que llamamos sociedad. Nunca sabemos qué es lo que se esconde tras cada una de ellas.
Nos encontramos máscaras exóticas, otras tantas más pomposas, otras tan simples que podrían ser sospechosas; pero jamás sabremos que se esconde tras ellas.

Seguramente bailarás con cientos de personas cargadas de atuendos, trajes voluminosos repletos de pequeñas lentejuelas, que brillarán al son de la bola de disco colgada del techo; y te enamorarás al bailar, porque será el contacto inicial con esas personas. Y mientras giras en un salón, del brazo de muchos y muchas, buscarás la diferencia del resto y te darás cuenta que todos son iguales.

Cansado de buscar elegirás a la primera persona que se cruce en la trayectoria de tu mirada, e iréis a algún motel a las afueras de la ciudad. Exploraréis vuestros cuerpos, y mientras pasa el tiempo tendrás dudas de qué se esconde tras esa careta con plumas alrededor. Y las preguntas, los momentos, las circunstancias, los besos, las peleas, los gritos y las palabras, serán el disolvente que eliminen dicha careta. Una vez la desnudez se pose ante ti sabrás qué es lo correcto, porque solo tendrás dos opciones, salir corriendo de aquella sucia habitación porque no te ha gustado lo visto, o quizás te gusté y decidas continuar hasta que logres traducir cada poro de tu persona amada.

Pero independientemente de tu elección, a todo el mundo le sucede ese momento crucial en su vida en el que una persona aparece y todo cambia. Y estarás en la puerta de tu habitación recordando aquel baile en el que alguien te miró buscando lo que tu buscabas, y quizás te arrepientas de no haber salido por la puerta con ella. Pero no hay tiempo para lamentaciones porque igual que esas persona apareció y te cambió, lo harán muchas otras...


Y ahora que estoy en este baile de personas carroñeras con máscaras superficiales, girando en torno a mi, te digo que mi falda jamás fue perfecta ni lo será; que mi máscara jamás tapará mi cara por completo ni la tapó; y que jamás encontrarás en este baile unos ojos tan sinceros y profundos de manera directa, como los míos, pero que con palabras y con tu propia sinceridad, llegarás quizás a encontrar esos ojos en la trayectoria de tu mirada.



Un saludo, Laura.

lunes, 24 de junio de 2013

La Magia.

Anoche mientras disfrutaba de la compañía de muchos conocidos y unos pocos amigos, a la orilla del mar reflexioné sobre la Magia perdida de San Juan, y escribí algo a la luz de un mechero (en casos de duda extrema)

Hacía tiempo que no se sentaba frente al mar en una noche abierta como esta. El ocaso ponía punto final al día de abrasador sol, dejando tras de sí una franja anaranjada que comenzaba a teñirse de añil por el oeste. Minutos más tarde, cayeron en oscuridad plena, tan solo les alumbraba el reflejo en el mar, de una gran luna que se alzaba sobre ellos, y de un faro que emitía una luz auto cada seis segundos, más o menos. 

Sus píes y sus pensamientos se mojaban con el oleaje. Alzó la vista y quedó abatida por lo que contempló. Sobre su cabeza una belleza indescriptible. El alejarse de las luces de la ciudad, de toda contaminación lumínica, les permitió ver esa preciosidad de mural celestial. Se tumbó sobre la fría y húmeda arena y se puso a observar todo el firmamento. Y pensó en todo lo que había sucedido, quizás se sintió feliz de forma egoísta por contemplar aquello ella sola, pero echó de menos alguien a su lado. Supuso que echar de menos es de humanos. Cerró los ojos y disfrutó del olor a sal. Quizás en ese momento fue el único en el que estuvo en paz consigo misma. A lo lejos las carcajadas de otras gentes le hicieron incorporarse. La verdadera magia de San Juan comenzaba.

Las hogueras comenzaron a arder, y  el cielo se iluminó por todas las chispas prendidas que el viento hacía revolotear. Era el momento de romper con todo lo anterior. 
>>Dicen que el amor se gasta de tanto usarlo, al igual que se consumiría la gran llama que acaba de comenzar en esa hoguera.<< pensó. Era la hora de echar arena en las ascuas que todavía quemaban. Y eso hizo. Se levantó y clavó su mirada en la hoguera. Y en sus ojos pudo observarse el odio acumulado, las tristezas, los pesares de tanto tiempo en forma de llamas. Cuando hubo acabado el espectáculo, se acercó a la orilla con una lámpara china, la dejó reposar algo, y en su interior metió una nota. Encendió la vela y la hizo volar. Mientras la vigiló hasta perderse entre estrellas y constelaciones,pensó:

>>Ahí va mi sueño... Dicen que San Juan es noche de hadas, de brujas y de dragones. Pero la magia no recae en lo anterior. La Magia de San Juan, recae en los sueños. Los sueños de miles de personas que cumplen con la tradición, el amor que nace por cada hoguera encendida, y el desamor que acaba con cada hoguera apagada. La Magia de San Juan, es la Magia de los soñadores...<<

Y cuando se perdió la lámpara, deseó su felicidad, y comenzar una nueva etapa. Y quizás encontrar un clavo...



De soñadores va la cosa, porque en la vida no tiene que faltar sueños, al fin y al cabo, soñar es lo que hace que la vida sea interesante. 

Para finalizar la entrada, felicitar a todos los que os llamáis Juan y que me leen, y a los que no también. 

Un beso, os quiere una soñadora más, Laura. 

viernes, 21 de junio de 2013

Aquel sitio.

Llevo unos días romanticona en demasía. Ser romántico no es malo, todo lo contrario, pero me noto a mi misma empalagosa, aunque sí es cierto, no lo he demostrado por ningún lado porque eso, se siente.

Ayer buscando en el baúl de los recuerdos uhhh! (tenía que ponerlo como en la canción), encontré una carpeta en la que guardo todo lo que escribo entre otras cosas, y vi miles de textos de amor sin acabar, cartas sin remitentes, entre otras cosas. Y me pregunté ¿Por qué no terminar esos folios con tan solo una frase? Y eso he hecho, he terminado uno que me ha parecido interesante. 



>> Otra vez aquel sitio. ¿Qué hacía allí de nuevo?

Me senté a su lado, y estuve un largo rato observándolo. Observando su tez morena; sus ojos azules cristalinos, su manos desgastadas por el tiempo... 
A medida que los minutos fluían, sus ojos se iban inundando. Casi no podía ver cuando el embalse de su alma comenzó a desbordarse en pequeñas y paulatinas lágrimas que se iban perdiendo en el barrizal que había a su alrededor. El cielo estaba teñido de gris, y pronto comenzó  a caer una fina y húmeda cortina sobre aquel cuerpo, y él pudo camuflar ese llanto incesable entre tanta agua colmada de tristezas y desgracias.

Me apené de verlo en aquella situación, intenté llorar, pero no podía. Me acerqué aun más pavorosa porque me descubriera, incluso llegué a contener el aliento y pensé "¡Qué tontería, nadie puede verme!"

Dejando atrás los miedos, rocé mi pequeña e inerte nariz por su cálida mejilla. Él tan solo agachó la cabeza, ni se inmutó. Lo intenté de nuevo. Esta vez me posé sobre su espalda como solía hacer; y para mi asombro, su vello se erizó. "Me siente..."- pensé. Él alzó la cabeza y miró al infinito, como miraban sus interminables ojos azules, buscando quizás una razón al por qué de la velocidad de su corazón. Minutos más tarde, apoyó la cabeza en la pared contigua y comenzó a musitar palabras por sus gruesos labios, pero fueron incomprensibles. 

En ese momento, en el que vi como se desquebrajaba su alma, todo su ser, sentí que me moría por dentro. Desee poder gritarle tantas cosas, pero ni él ni yo íbamos a ser escuchados.

Entonces cuando pensé que todo estaba perdido, vi como alzaba su mano a tientas entre la llovizna que caía. La rocé, y él la apartó. Me posé frente a frente, y lo miré. Pero él, al alzar la vista tan solo contempló un vacío; un vacío en el que estaba yo. Le besé la frente, y haciendo el mismo recorrido de siempre, le acarició el rostro y posé las yemas de mis dedos sobre su boca. Cerró los ojos y entre lágrimas, lamentos y hipos desgarradores, entendí: "...se que estás ahí..."

Con miedo y con el alma por los píes, salí huyendo de allí, quizás para no volver. >>


De este texto tan solo tenía la frase inicial. 

Adjunto una canción del gran Ludovico Einaudi, la cual he estado escuchando mientras escribía. 



Quizás no os guste, o quizás sí. Son unas simples palabras más que de amor, de desamor acompañadas de una melancólica melodía a piano.

Feliz día de la Música, aunque todos los días lo sean, por lo menos para mi.

Besos en el cuello, caricias en el corazón. Os quiere, Laura. 

lunes, 17 de junio de 2013

Arte II

A medida que se dirigía al hotel, las luces de Madrid se iban encendiendo. Era tan bella la ciudad. Nayra odiaba el ruido de los automóviles, pero adoraba las ciudades, su bullicio. A menudo fantaseaba desde un banco en cualquier calle de cualquier ciudad con la vida de cada persona que pasaba, y las asociaba con otras aunque pareciese algo estúpido, ilógico e imposible. Y de esta forma, alimentando su imaginación, pasaba las tardes en las que no hacer nada era la mejor opción, y la única.

Cuando introdujo la llave en la puerta 313 de la quinta planta, resopló, y no solo salió aire, si no todo tipo de sentimientos tristes acompañados de muecas de decepción. Se descalzó y por un momento, disfrutó con el contacto de sus pequeños pies con la suave y esponjosa moqueta que estaba por todo el habitáculo- Dejó las llaves de cualquier forma sobre la estantería del pequeño recibidor y se dirigió al cuarto de baño.  Abrió los grifos y entre ruidos y ruidos del agua corriendo por tuberías de cobre o plástico, qué sabía ella, lloró. Se lavó la cara y pudo observarse en el espejo que había justo a la altura de sus ojos; y quizás no le gustó lo que vio, pero pensó que aun era joven pese a las leves surcos que comenzaban a aflorar en los extremos de los ojos.  Contempló su larga melena negra, su pequeña nariz puntiaguda, y se detuvo en sus labios gruesos y carnosos.  Se volvió a mirar y por esta vez, solo vio sus enormes ojos azules que le recordaban al mar. Tenía una mirada de tristeza infinita pero al fondo podían verse los reflejos de una alegría juvenil que pese a los estragos de los años aun perduraba en ella; se veían los reflejos de una mujer entusiasta y extrovertida que ahora solo era eso, un alma en pena. Se quitó el pesado rímel de sus pestañas, y volvió a mirar, y para su asombro, sonrió, amargamente, pero lo hizo.

Una vez hubo salido del cuarto de baño se desplomó en la cama. Todo estaba en silencio, y por la ventana entraba pequeñas lucecitas de una ciudad que esperaba ansiosa al otro lado de ese cristal. La calma besaba la habitación. Apagó la luz y se colocó el móvil sobre el vientre y en voz alta rezó que le hablase, pero nada de eso sucedió.

 Mientras esperaba una respuesta un rayo de esperanza, contemplaba el techo, eso le calmaba y comenzó a recordar tiempos mejores en aquel hotel. No en esa habitación, pero sí en plantas más abajo. Se recordó a ella posada sobre el hombro de su amigo Julián, ambos perdiéndose por los túneles del metro de Madrid sin querer bajarse ninguno de los dos en alguna parada. Se recordó en el mismo banco en el que aquella mañana había estado sentada esperándolo. Aquel banco en el que se pasó largas jornadas sin hablar observándole. Le recordó a él, a su pequeño hombre de hojalata.

domingo, 16 de junio de 2013

Madurar.

Aunque estas palabras las publique ahora, están escritas de mucho antes. No pretendo, ni pretenderé hacer de este blog un diario personal ¿la razón? es muy sencillo, no voy a ir publicando por la red mi cuitas. Aunque si que es cierto que sucede a veces que tienes las ganas y la necesidad de escribir para que te lean aunque no te conozcan, o sí lo hagan.

Seguramente si estuviera dando una conferencia sin duda os diría cada cinco minutos: " Perdonad, tengo un nudo en la garganta que no me deja ni hablar" Pero en este caso donde tengo un nudo es entre mis dedos y el bolígrafo.

Lo he dicho muchas veces a lo largo de mis entradas y no va a ser menos esta, la vida es un devenir de personas, amistades, amores, sentimientos, lugares... pero también es un devenir de decepciones. Decepciones que a lo lardo de ella, nos van haciendo madurar y siempre hay que estar preparados para ellas porque en el momento menos pensado, en el momento de auge de felicidad, puede ser que te venga alguna, y te aseguro que la caída está asegurada.
Hay gente que madura a los treinta, gente que madura a los 12, a los 5 o incluso a los 60 años de edad, pero a costa de ¿qué? ¿qué es lo que damos a cambio de madurar? Quizás lo más importante que perdemos al realizar esta acción humana y frutal, es la ingenuidad infantil. Y durante esa pérdida, tenemos que estar preparados para noches de llanto, y noches de hacer "croquetas" en la cama...

Por una cosa o por otra, mis circunstancias me han llevado a madurar quizás demasiado pronto. Llevo desde los 8 años haciéndolo y no es plato de buen gusto a veces, porque te pierdes muchas cosas. Y te cansas, te cansas de madurar.

¿Y todo esto por qué? Pues no lo se la verdad, anoche escribí 20 folios de palabras sin sentido y al final he sacado una sola conclusión, que no tiene que ver superficialmente con la madurez pero que te hace madurar. Mi conclusión es múltiple pero ligada: Las despedidas duelen, las mentiras duelen, todo duele, si te pinchas con una aguja al coser duele, MADURAR duele, en fin estoy de un pesimismo irreparable, pero el tiempo y mis propias aventuras lo sanarán, porque todo se puede arreglar menos la muerte.

Supongo que el problema es mucho mayor, llevo viviendo en una decepción constante y quiero salir, pero me es imposible, quizás el miedo a lo desconocido me impida ver más allá de lo que veo. Pero son etapas de la vida, que tienes que acabar superando; y que con el tiempo darás las gracias de haberlo hecho. Y cada golpe en el camino de cada etapa te hará madurar, porque así es la vida qué se yo, solo os escribo por despecho a lo que siento en mi corazón.

Madurar es una acción irreversible en ti, no puedes evitarlo, al igual que no puedes evitar la maduración de un tomate. Una vez maduro, está listo para su recolecta, y si no se recoge a tiempo se cae al suelo y se pudre...
Y yo no se si estoy lista, o si estoy en el suelo, o pudriéndome, o aun en el árbol. No lo se porque tengo la sensación de caer, la sensación del golpe de la caída, tengo el alma podrida, y me siento aun atada por algo mayor...





En fin, no he dejado nada claro porque nada está claro en mi. Buenos días a todos y gracias por leer los berenjenales de una servidora.

Saludos desde Almería, Laura.

lunes, 10 de junio de 2013

Time (Arte)

El encapuchado recorre la ciudad desolada. Cada paso es un crujido de hojas secas que el otoño ha marchitado con su llegada. Tras sí solo deja el sonido de verjas medio abiertas que se mueven por la fuerza del viento, tras sí solo deja el sonido maquiavélico de unos golpes de metal contra metal, y de fondo para neutralizar la armonía de unos “llamadores de ángeles” que silban cuando el viento se cuela por los finos tubos.

No podríamos considerar a eso ciudad, estaba devastado. De fondo a lo lejos, un rótulo rojo parpadea, algunas luces de neón iluminaban la pared como ilumina una cerilla la estancia vacía y oscura de un hogar. Nuestro personaje se paró en seco, quizás pensó que aquello era terrible, o quizás le gustó; lo que sí está claro es que derramo una lágrima insonora e invisible para todos, menos para los que estaban presente.

Aparentemente el lugar era un desierto de edificios, aparentemente no había nadie, pero él sabía que sí. Todo eran sombras. Todo era miedo personificado.
Siguió continuando, salteando las grietas abismales que había en la carretera, los cuerpos sin vida que apestaban a desolación, a muerte en vida, a soledad, y a todo lo que pudiera ser considerado un sentimiento fugaz semejante al arrepentimiento, a la maldad, ambición, egoísmo... Todo aquello apestaba a engaño. Iba lentamente intentando reconocer a la gente que había apilada en el suelo, pero no encontraba rostros familiares, no encontraba rostros en sí, tan solo máscaras que seguramente fueron las caretas de una gran fiesta llamada sociedad, y cada una de ellas pasó a caracterizar a esos cuerpos inertes. Llegó al rótulo por fin después de un gran camino y se detuvo. Alzó la cabeza lo máximo que pudo y tan solo pudo leer dos letras encendidas “T” e “M”. Se rasco la cabeza con la mano derecha y pensó que pertenecería a la palabra “TIME”, tiempo en español.
Cruzó el rótulo y se adentró en un pasillo estrecho, oscuro, pero en el cual se podía apreciar una nítida luz celeste espectral. En las paredes garabatos demoníacos. Y finalmente llegó a la desembocadura del habitáculo. Se frenó, y pudo observar el comienzo de unas escaleras de caracol. Tras unos minutos dudando decidió descender por la fría roca que sostenía sus pies. Un par de veces resbaló con el musgo, que la humedad había creado, y se sorprendió al pensar que sí que había vida, el musgo era vida. Dicho resbalo quedó en susto, pues se agarró a un fina y endeble barandilla atornillada a la pared.

El tiempo se le hizo eterno, cada escalón saldado producía una sensación claustrofóbica que le impedía continuar; cada escalón saldado producía un aumento de temperatura, y las gotas de sudor comenzaron a vislumbrarse en la frente de nuestro personaje. Tras diez minutos pasados, una eternidad para él, pudo apoyar los pies en algo similar a la arena. Había tocado fondo. Se arrodilló en el suelo y dejó que la tierra soportase sus noventa kilos, estaba exhausto, y ni siquiera sabía porqué había bajado hasta ahí. Vio unos píes justo en frente, calzados por unas bailarinas negras, y alzó la vista. Su cara empalideció. En su interior se comenzaron a concentrar rabia y odio hacia aquella mujer angelical. Ella le tendió su mano, y él golpeó fuertemente el suelo, y comenzó a gritarle:

-¡Largo de aquí! ¡Maldita sea! ¡Maldita eres! ¡Largo!

La mujer despegó los labios para pronunciar unas palabras que nunca llegarían a los oídos de nuestro protagonista pues así como apareció de repente, se marchó, dejando tras sí una estela del azul espectral inicial. Cuando el último rayo de luz celeste desapareció, la estancia se tornó en tinieblas y tan solo pudo oírse el grito desgarrador del protagonista; tan solo pudo oírse sus llantos sin consuelo; las maldiciones que le echaba a la mujer angelical… tan solo se pudo oír los gritos de desesperación de un hombre que había sufrido demasiado.

Segundos más tarde el suelo comenzó a abrirse bajo su cuerpo, asustado intentó aferrarse a la pared rocosa del zulo, pero fue imposible. Todo se tornó arena fina y resbaladiza. Y caía, caía muy rápido, sin poder aferrarse a su propia vida. Y perdió la noción del tiempo, y cuando la caída frenó, se levantó como se levanta un minusválido que consigue andar de nuevo. Y cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que estaba en un reloj de arena, y que cada grano era un recuerdo de su triste vida. Cada grano era un segundo que había perdido con tonterías, y entonces comenzó a gritar, y cada vez se hundía más en sus años, en su vida. Gritó y gritó, y cuando hubo llegado la arena al cuello, alguien cogió el reloj, lo giró diciéndole:

-Ya está bien de que huyas, de que corras. Ahora, que el tiempo está en tu contra, ahora que te queda poco, ve y realiza todo lo que quieras hacer, quizás no sepas apreciar la oportunidad que se te avecina, pero confío en ti, y sabrás hacer lo correcto, porque está en ti hacerlo. Ten miedo, y valentía, a la vez…

Nuestro protagonista fue a preguntar quién era pero no le hizo falta. Todo se volvió de nuevo celeste…

…era ella.

Y una lágrima paulatina e insonora cayó, y tras ella muchas más.

Caía arena sobre todos lados, y él cerró fuertemente los ojos, deseando que fuera todo un sueño, no vivir aquella experiencia. Deseo haber sido otra persona, y deseo haberse muerto cuando tuvo la oportunidad de ello. Pero pese aquellos deseos, aquello era tan real como la vida misma, y vencido por el sueño, el miedo, y la tristeza, sin querer queriéndolo, dejó reposar sus pestañas sobre la suave arena.





Intrínsecamente, está relacionado con lo de ayer, pero aun es muy pronto para que atéis cabos. 
Una vez más os dejo unas líneas. Que tengáis un gran día. 
Un gran beso Lala. 

domingo, 9 de junio de 2013

Arte.


Nayra movía el café aburrida, contemplando Madrid al otro lado del cristal. Habían pasado tantos años desde que se despidió por última vez que estaba demasiado desorientada, por eso decidió parar en el primer café que se encontró por el camino. Estaba cansada y quizás un poco nerviosa. Era ya el segundo café que tomaba, y parecía que no iba a ser el último, el tiempo pasaba demasiado lento. Miraba una y otra vez el reloj de pulsera en plata que llevaba. Balanceaba sus píes cruzados y no dejaba de agitar el café. No paraba de entrar y salir gente, pero ella no se inmutaba, su miraba se posaba en la la calle, y minutos más tarde divago entre recuerdos.

Se recordaba a ella con 17 años con un peto vaquero, y un sombrero que se llevaba a todos los viajes, recorriendo las calles de Madrid, haciéndolo su hogar. Y una lágrima cayó dentro del café, apartando la leve espuma y dejando ver su negro interior.
Miró el reloj de nuevo y vio que eran las ocho y media de la mañana. Era la hora, era el momento. Se levantó, dejó encima de la mesa el dinero y algo de propina y saló.

Se introdujo por las calles de Madrid hasta llegar a la Plaza de España, una vez allí, tomo dirección Gran Vía. Hacía una bonita mañana primaveral; y recordó que aquel domingo, también hacía ese tiempo, una calor abismal. Al pasar por la Plaza de España, recordó como unos amigos tuvieron que sacarla de allí por una taque de ansiedad tras ser rodeada por más de 50 palomas, y se rió, aunque en su momento no le hizo gracia.
Una vez llegado a ala calle Alcalá pudo ver a lo lejos el Ayuntamiento de Madrid y la preciosa Plaza Cibeles. Pasó junto al Palacio Buenavista  y se acordó de la cantidad de fotos que se echó en frente de aquel lugar. Paró a descansar. Bebió un poco de agua de su botellín y se dijo a sí misma que no estaba ya para aquellos trotes. Descendió el Paseo del Prado disfrutando de la naturaleza del lugar y saludando a todo el que veía, aunque no los conociese. Estaba cerca. Y la vio. Vio la Fuente de Neptuno. Miró el reloj y vio que eran las nueve y cuarto. Corrió por la acera izquierda, y llegó a la puerta del bar/restaurante/pub Vips y se sentó en el banco.

Pasó el tiempo, y cada minuto, cada segundo que transcurría, hacía que la cara de Nayra, se entristeciera. Permaneció allí durante más de 7 horas, sin hablar, sin comer, sin nada, tan solo mirando a la izquierda de la puerta de aquel bar esperando algo o a alguien que no llegaría jamás. Llegadas las cinco de la tarde se levantó, y decepcionada se dirigió hacia el hotel.

Aquella noche la pasaría entre sollozos, llamándose a sí misma estúpida por pensar que tras 15 años, podría volver al pasado y ayudar o salvar a un hombre que en su momento le hizo ser la persona más humana y humilde de este planeta.






Veréis, esto forma parte de algo más grande. De un relato a lo grande. Forma parte de una historia. De 3 vidas. Quería mostraros un poco tan solo, no exponiéndome mucho a Internet.
Un beso, y publicaré en los siguientes días un desenlace.


Por Lala.

sábado, 8 de junio de 2013

Caminar.

"Es como estar en un sueño, luces de neón, mariposas revoloteando a mi alrededor,
Continuo luchar entre arenas movedizas. Arriba y abajo; en el cielo o en la tierra. No importa. 
Me dijeron que si intentaba salir más atrapada quedaría, pero ahora eso da igual, porque no hay salida ni solución".

Es curioso el ser humano por más que caemos, y nos levantamos por culpa de la misma piedra, el va y la sigue adorando. Pero hay veces en la vida, que las personas y las circunstancias, nos hacen rechazarla, y seguir nuestro camino. Seguramente aparecerán más piedras que revestían el pavimento y se han desquebrajado del mismo, o quizás no, pero hay que saber decir "basta" cuando nada vale la pena. Seguirás avanzando y aunque todo está oscuro en tu habitáculo, aunque el rojo de la sangre y de la pasión ha desaparecido, comienzan a parecer los rayos de la nueva aurora en tu vida. Se van colando por cada rendija y cada agujero, y será entonces cuando nuestro "yo" interior acurrucado en la esquina más tenebrosa verás las motas de polvo danzar entre los destellos, moviéndose con musicalidad y ritmo. Y será entonces cuando contemplemos la belleza de un nuevo renacer. 

A medida que te vas levantando, que comienzas a andar por ti mismo, con pasos torpes y temblorosos, te dan ganas de abrir esa ventana que frena toda la luz de un nuevo día. Y miras hacía atrás tembloroso por no saber que te espera, porque no quieres caer, o porque en este caso no quieres abrir tu corazón, pero aunque nos duela, el corazón y la razón no caminan agarrados de la mano. Y lo haces te acercas y la abres, el sol te ciega, pero cuando recuperas la nitidez en la visión observarás que más allá de las cuatros paredes del habitáculo de tu corazón, hay mundo. Quizás no te guste, quizás sí. 

La vida es así, sin explicación, no podemos dejar nuestra fuente seca para toda la vida, volverá nuestro Ruiseñor, y nos piará, pero sin fuente, no hay Ruiseñor; sin corazón dispuesto a amar, no hay Amor. 



Saludos desde Almería, Lala. 

Adjunto este poema del gran Antonio Machado:

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.



viernes, 7 de junio de 2013

Nos damos cuenta...

" A veces, cuando tiemblas, nadie es capaz de parar ese temblor...
A veces, cuando gritas, nadie es capaz de oírte...
Y sucede que a veces, cuando lloras, nadie es capaz de consolarte..."

A todos nos llega en la vida un momento en el que hay que decidir, semejante a una glorieta con distintas salidas, cuyos finales, son el mismo. A medida que vamos avanzando en la vida, te das cuenta de que las promesas tan solo están para alegrar el día, para ilusionarnos porque son muy pocas las que llegan a cumplirse. Te das cuenta de que es mejor no esperar nada de nadie porque así las desilusiones dejan de existir, aunque todos sabemos que en el corazón nadie manda y nunca dejará de ilusionarse. Quizás a medida que vamos avanzando nos damos cuenta, y aunque sea un tópico, que en el amor no hay edad...¿En que medimos la edad? ¿En años? los años no nos dicen nada de nosotros, lo que de verdad mide la edad, son las experiencias, las caídas, las derrotas, la gente que pasa por nuestro lado, las personas a las que amamos, las que nos aman, las risas, los llantos...etc. Y te das cuenta de que amigos hay pocos, y amigos hay muchos. Amigos que te llamen para felicitarte por un logro personal, muy pocos; y amigos que te llamen para las desgracias muchos. Creo que con el tiempo seleccionamos a las personas que queremos que estén a nuestro lado, de nada sirve compartir tiempo con alguien que al fin y al cabo en un futuro no muy lejano nos van a provocar disgusto. Seguramente al final nos demos cuenta, de que en el amor todo vale, pero que a la hora de la verdad, hay que querer, y ser querido; un equilibrio... y aunque nos duela si el pájaro crece, hay que dejarlo marchar del nido. Tristemente, las personas más sensatas se darán cuenta de que la vida es así, un devenir de sentimientos, personas, amores, desamores, amistades y un largo etcétera que no merece la pena poner.


Un saludo, Lala.


(adjunto mi nuevo trabajo a esta entrada) http://www.flickr.com/photos/lmlfotografia/8977392912/

jueves, 6 de junio de 2013

Geometría sentimental.

>>A veces me preguntó en qué fallé, y otras tantas, en qué fallaste...y llego a la conclusión de que ambos fallamos...
No hay porque guardar rencor en nuestro joven corazón. Tan solo nos tenemos que superar, todo en la vida es así ¿no?...
Todas las noches tengo la sensación de que te asomas a la ventana de mi calle, sí, a esa calle en la que no cesar de llover desde que te marchaste. Todas las noches miro al cielo esperando una respuesta que yo misma sé que no va a llegar jamás, pero esto ya es rutina, es rutina llorar, es rutina sufrir, es rutina amar, es rutina caer, y es rutina levantarse. Por eso mismo, porque es rutina, es rutina decir "hasta luego", o "adiós".

Cansada de mirar por la ventana, de esperar a que te asomes, salí a la calle... y respiré tan, 
tan fuerte, que el humo de terrazas a tres manzanas de aquí, ha entrado en mis pulmones. Amanecía. Hacía tanto tiempo que la soledad no me acompañaba por las calles de  Almería... 
Calzada por mis queridas botas de cuero, los pasos; los sentimientos; el aire; y los recuerdos me han llevado ante la inmensidad azul del mar y he envidiado su serenidad, he envidiado su belleza... A mi izquierda las barcas abandonadas, donde tantas veces jugué a ser yo la capitana de un barco, eran ahora refugio de cientos de insectos; y me he figurado que hacía años que no portaba por allí, y que aquel lugar había perdido la magia que por aquel entonces tenía, pues no valía la pena la caminata si iba agarrada de la mano de nadie.


Vuelve a llover, y sentada sobre las rocas, pienso en él, pienso mi.. pienso en nosotros, y me doy cuenta de que aquellos ojos marrones, que me transportaban a lugares oníricos; me transportaban a un bello desierto donde las dunas eran sus caricias sobre mi blanca piel, y el calor abrasador eran sus besos; ahora me son desconocidos... 

Llevo mucho tiempo corriendo en círculos, y ahora solo podrá frenarme un obstáculo en el recorrido, alguien que me diga: "¡Eh, preciosa, existen los cuadriláteros!" <<


Por LML...
Hoy he ido a pescar con mi padre, y me ha salido esta pequeña tontería. Es difícil aceptar ciertas cosas, por mucho que nos duela siempre tenemos que saber decir "Adiós" porque aunque no queramos, la vida es así, un continuo devenir de personas. Todas ellas pasaran por tu vida, algunas dejarán huella, otras no tanto, pero es ley de vida que nos abandonen, como es ley de vida abandonar. Las despedidas son dolorosas, pero más doloroso es perder oportunidades mientras te estás lamentando. 

Muchas gracias a todos los que me leéis, que no solo es por España, si no desde otros países. Tan solo estáis leyendo un corazón más que se desahoga en un misero Blog.

Besos y abrazos desde Almería, os quiere, Laura, Lala, y como bien prefiráis llamarme. 




miércoles, 5 de junio de 2013

Clocktown.

Caes, y el eco de tu grito se escucha por todo el pozo en el que te estás sumergiendo. El miedo se apodera de ti, y solo ves sombras, máscaras y solo escuchas risas demoníacas. La oscuridad aumenta a medida que vas más profundo, todos esas psicofonías e imágenes te hacen cerrar demasiado fuerte los ojos.

El reloj comienza a sonar y hay un renacer en ti. Te levantas y caminas a ciegas, a veces torpe, otras veces danzando, pero siempre a ciegas. Y giras, y te caes, pero te levantas, eso es lo que te hace fuerte. Con miedo o sin él, comienzas a abrir los párpados, y te das cuenta de que todo sigue estando como antes. Oscuridad en un alma que no la merece. Y comienzas a recordar. Recuerdos que van y vienen, que vienen y van, pero que al fin y al cabo están presentes, siempre. Tú, sola en tu torre del reloj vislumbras una especie de puertecita pequeña que te dará paso a un gran mundo. Un mundo en el que tu “yo” anterior, tardará tiempo en recuperarse. Frente a esa puerta en la que dudas cruzar o no, te encuentras con un comprador de almas. Y le vendes la tuya a cambio de una oportunidad. Seguramente sea el error de tu vida, o seguramente no, todo es a un 50%. El caso es que puestos a ello, arriesgar cuando se ha perdido todo, es una buena inversión, porque claramente no hay nada que perder.

Vendida ya , a ese siniestro personaje que te mira con cara de "he hecho un buen trato", frotándose sus manos, cruzas la puerta, y te encuentras con un nuevo mundo, en el que la luna es más grande que el sol, en el que la velocidad del tiempo la decides tú, y en el que, tristemente o no, eres aceptado, por una comunidad en la que las máscaras, la hipocresía, y la infelicidad, son más importantes que el amor. Y resignada, te sientes a gusto de por lo menos encajar. 


Por LML.

Desastre emocional en cinco minutos que dura una misera canción, que es toda mi infancia, pero que hace que saque lo mejor y lo peor de mi, hace que me desangre en letras.