Reproductor de música

domingo, 26 de enero de 2014

Muros gélidos

Construimos muros gélidos a nuestro alrededor, creyendo así que estaremos a salvo de que nos vuelvan a romper el corazón, y ya no eso, el alma en general. No exagero cuando lo digo, porque si que nos corrompemos por dentro cada vez que tenemos una mala experiencia, ya bien sea en relación con el amor, o con la amistad, o con lo que sea. Nos convertimos en personas frías y calculadoras, muy distintas de lo que en realidad somos, y todo exclusivamente,  para salvaguardar nuestros sentimientos. Y al calor de nuestra soledad nos regocijamos de nuestros logros, y por dentro lloramos como niños asustados, porque en el fondo realmente odiamos estar así. Odiamos ir de cama en cama, buscando la esencia que otro dejó en la nuestra; odiamos besar por compromiso; y comenzamos a odiar demasiadas cosas, y a alejarnos de lo que de verdad queremos. Llegamos a herir a personas por buscar quizás algo de calor, ese calor que la soledad no te da en su totalidad y que nuestro propio muro gélido va extinguiendo lentamente hasta reducirlo en meros recuerdos con los que fantasear. Y vamos creciendo como personas, los "te quiero" no salen de la boca fácilmente, los "te amo" mucho menos; y de tantas malas experiencias el cuerpo se va acostumbrando y mete a todo y a todos en un mismo saco. 
Este mismo, se va llenando y llenando.  Por las noches los sollozos se van multiplicando lentamente… y a nuestro paso vamos helando todo, pero ya nada importa, ¿por qué? porque es algo rutinario.

Pero sucede a veces,  que aparece alguien, llamadle X o como queráis. Aparece una persona que derriba ese muro, y entra de lleno en lo que escondíamos tras tanto frío. Como ciegos, nuestras manos pavorosas recorren ese rostro que ha conseguido realizar semejante hazaña; y de vez en cuando, nos escondemos en el poco muro que queda o nos llevamos pequeños sustos. 
Una vez leído a la otra persona, vamos poco a poco dejando el miedo, y sin querer, comenzamos a dar, dar sin esperar nada a cambio que de eso trata este sentimiento. Damos quizás, ese cariño retenido; y aun así, el miedo nos oprime tanto que no somos capaces de decir dos sencillas palabras, pero en este tipo de temas quizás las palabras sobren, porque somos capaces de averiguar y descifrar un corazón entero con tan solo una mirada.

Puestas todas las cartas sobre la mesa, lo único que queda es dejarse llevar. La música envuelve la habitación, dos personas juntas queriéndose en silencio, y un beso que los lleva al vértigo.





Me disfrazo de ti.
Te disfrazas de mi.
Y jugamos a ser humanos
en esta habitación gris. 


Un saludo Laura, Lala. 





lunes, 13 de enero de 2014

Hacer té



Abrázame. 
Envuélveme en tu manto sagrado. 
Acaríciame. 
Cúrame todas las heridas. 
Cállate. No digas nada. 
Cállate. Quiéreme...

Mírame. 
Di qué ves. 
Sorpréndete viendo nada. 
Sorpréndete viendo todo. 

Vuelve a abrazarme. 

Piérdete en el verde de mis ojos. 
Danza entre los girasoles que en ellos habitan.
A la vuelta, encuéntrame. 
Encuéntrame pensándote, encuéntrame queriéndote,
y quédate. 

Siéntate a mi lado, y por pacto tácito, 
observemos perplejos el mundo. 
Riámonos de los imbéciles que se quejan de todo. 
Riámonos de los políticos, de las guerras, de todo lo malo. 
Riámonos de ti, y de mi. 
De Nosotros.
Seamos felices. 

Quememos las consolas.
Corramos desnudos por casa, fuera complejos inservibles
que solo nos atormentan. 
Gritemos desde mi octavo a toda Sevilla 
que nos queremos.

Dejemos que llegue la noche. 
Cocinemos entre ambos. 
Y pasemos directamente al postre. 

Aráñame. 
Marca mi tez pálida a besos. 
Saquemos las sábanas de colchón. 
Bebámonos a caricias, fumémonos en polvos. 
Destrocemos la cama con peleas de almohadas americanas. 
Y después, veamos cansados el amanecer, 
y deja que duerma en tu hombro. 

Despiértame jugando con mis pecas.
Diciéndome lo preciosa que estoy sin maquillar,
si peinar, sin nada...
Pongámonos cualquier cosa
y salgamos a explorar. 
Descubramos rincones nuevos de esta bella ciudad. 
Veamos alguna película. 
Hagamos rebotar piedras en el río Guadalquivir, 
como lo hizo Audrey Tautou en el canal Sant-Martin.
Paseemos agarrados de la mano 
como si de una bonita pareja se tratase.
Disfruta de mi, de mi sonrisa, 
de la alegría que desprendo cuando estoy a tu lado. 
Disfruta de mi compañía, de mi soledad. 
Disfruta de todo lo bueno, 
que lo malo ya llegará...

De vuelta en casa, 
pongamos algo de música, 
y hagamos de esta, nuestro himno. 
Apaguemos las luces,
y busquémonos a tientas en el silencio de la noche...
Descubre cada rincón de mi piel.

Juntos empujemos las agujas de reloj a patadas, 
y a la hora de la verdad, no te vayas. 
Quédate. 

Fundámonos en nuestras miradas. 
Lee mis pensamientos. 
Y sorpréndete a ti mismo preguntándote por qué yo, y no otra.
Sin respuesta, bésame. 
Siente avispas asesinas en tu estómago.
Y vuelve a preguntarte el mismo por qué. 
Sin darle explicación, siéntate a mi lado. 
Ábrete para mi. 
Muéstrame tus sentimientos, y 
sorpréndete queriéndome sin querer queriendo, una vez más.

Quédate... o vete...
Ninguno estamos atados, 
pero si te vas, que sea por ti, y si te quedas también. 

Quédate o vete...
y si te quedas, ámame, quiéreme. 
Y déjame hacer té (mío)...





¡Hola a todos! Bueno, a la vista mi nueva entrada tiene forma de poesía, sinceramente no posee rima, ni métrica. Es muy yo, muy dispar, muy caótica. 
Quería probar con algo nuevo, y esto es lo que ha salido. 

Espero que os guste, y nada más.

Que tengáis un gran lunes. Un beso fuerte, Laura, Lala. 




Si esto no es soñador, 
dime usted qué lo es.



martes, 7 de enero de 2014

Muchas veces nos vemos en la tesitura de si hacerle caso al corazón o a la razón. La gran mayoría si tú haces esa pregunta, afirmarán que ellos le hacen caso al corazón sin duda. En realidad, son pocos los que saltan al vacío sin paracaídas, porque eso es hacerle caso al corazón, darse de hostias con todo, sangrar, doler, llorar, y ser feliz; pero para ser feliz, primero tienes que salva distintos obstáculos que le llevaran quizás a la locura, a la desesperación. No obstante, siempre hay gente que te sorprende, y pese a las magulladuras de la vida, sigue ahí de píe fiel a su corazón, a sus sentimientos; y siempre están los personajes fieles a su cabeza, buscando la manera "sencilla" (lo pongo entre comillas porque no sé si será sencilla o no, simplemente es mi punto de vista) de vivir en un mundo tan complicado...

No saber qué hacer en momentos de colapsos mentales, es muy duro, no saber elegir entre dos cosas que pesan casi lo mismo, y digo que pesan casi lo mismo porque si una pesara más que la otra no existiría el problema de qué elegir, y aquí es donde de verdad vemos la libertad que tenemos. 

Siempre me dijeron que la libertad, era la capacidad de seleccionar algo entre dos cosas que pesaban lo mismo, sin importar el qué sucedería después. 

Sin embargo, no estoy escribiendo esta entrada ni para hablar de libertad, ni para decir que es mejor, si la razón o el corazón, cada cuál elija lo que quiera, yo ya se dónde estoy situada...



Llueve y levantada de nuevo, observa la ciudad que se crece delante de ella. Piensa quizás en qué hubiese ocurrido si ella  hubiese ido a parar a otro lugar, quizás no los hubiera conocido, no le hubiera conocido. Allí sentada en el mismo banco de siempre, ve las últimas hojas que desprenden los árboles. Y no sonríe, pero en el fondo sabe que todo está bien. Piensa en quién ha ganado la batalla, piensa en tantas cosas, pero se ve feliz ensimismada en recuerdos. 
Su tez pálida hace juego con el frío de enero que baña la ciudad. Se muerde el labio, y piensa que sí que es cierto eso de que todos los tontos tienen suerte, y piensa que la palabra odio, es demasiado fea para ella, para sus labios; así que sonríe de nuevo. 
El fuerte viento hace despegar su gorro de tela. Durante unos minutos lo persigue por la ciudad. Su rostro se moja por la lluvia, pero eso no importa, sigue tras él, perdiéndose entre callejones, salteando charcos, tropezándose; hasta que por fin se detiene... Lo recoge del suelo, lo sacude, y ve que se ha roto, que se ha mojado y manchado, pero sigue estando precioso. Y para su sorpresa, cuando alza de nuevo la vista, se encuentra en un lugar familiar...para su sorpresa, se encuentra ante un precioso arco iris...
Recupera el aliento apoyada en una pared observando ese mágico fenómeno meteorológico, y piensa que siempre obstáculos por salvar, carreras que ganar, que perder, pero que para ver el arco iris, siempre hay que soportar la lluvia...






Estoy de vuelta con esta reflexión. No espero ni que os guste ni que os deje de gustar, no espero sacar nada en claro tampoco, simplemente preguntaros: ¿Razón o corazón?


Un saludo Laura, Lala. 





domingo, 5 de enero de 2014

Brown


El sonido de unas llaves se escuchó y acto seguido la enorme puerta de madera se abrió de par en par. Diez segundos más tarde, un gran estruendo resonó por toda la casa. La puerta se había cerrado y unas botas de cuero marrones avanzaban lentamente por el corredor dejando tras de sí, una estela de hojas secas y barro. 

La muchacha se despojó del pesado chaquetón, quedándose con un fino suéter a juego del calzado y unas faldas negras de vuelo, y lo colgó en un perchero de píe. Traspasó un arco y antes de pisar la moqueta beige del salón se quitó las botas,  dejando a la vista unos pies pequeños cubiertos por unas finas medias de cristal. Por un momento la expresión de su cara fue de máximo placer al pisarla, pero esa felicidad no duró ni tan siquiera dos segundos. Se dirigió al sofá y se desplomó, hundiéndose cada vez más entre los mullidos cojines de este. 
El cansancio pudo con ella y tardó poco en conciliar el sueño…

… y comenzó a soñar. 

 Giraba y giraba. Risas y llantos adornaban el lúgubre lugar. Un aullido la frenó en seco. Estaba en un corredor infinito que se retorcía. Se giró y observo ambos extremos, hacía un lado la oscuridad iba acercándose sin frenos, y hacía el otro, una pequeña lucecita azul resplandecía en el horizonte. 

Y comenzó a andar de frente hacía la luz. Por el camino, miles de sombras se le cruzaban por delante; y una, y otra, y otra, y mil veces más, se frenaba, se detenía…sentía miedo quizás a lo desconocido, pero siempre comenzaba la marcha de nuevo. 

Las heridas del pasado comenzaban a abrirse, comenzaban a doler de nuevo, comenzaban a sangrar; y pese al dolor, jamás se quedada tendida en el suelo.
Algo dentro le decía: ¡Corre! y así hizo. Sudorosa, agotada, y sin aliento, avanzaba por el lugar. Su vestido blanco de vuelo, estaba manchado y rasgado. Sus medias de cristal llenas de carreras… y aunque lucía muy mal, ella con forme avanzaba, se sentía más viva. 

Cada vez estaba más y más cerca de la luz… llegó al final, y salió del abismo del que venía. La luz del sol la cegó; el olor del mar impregnó todo; y cuando pudo abrir los ojos se encontró con la inmensidad azul que tanto añoraba, y se encontraba en un saliente de lo que parecía ser un desfiladero.

 Frente a ella, en otro saliente, a veinte metros, la salida de otro túnel. 

Y cuando ya hubo recuperado el aliento, le vio. Al otro lado. Vio su sonrisa. Vio como salía del otro túnel, y vio también como él le tendía la mano, y ella sin nada que hacer, se tumbó en la dunas marrones que creaban los ojos de él. Dejó que la arena acariciase sus mejillas como lo haría sus labios, y dejo que la soledad y el calor del desierto, le arropasen como si fueran sus brazos. 

Ambos alejados, se miraban y…

-¡Otra vez el dichoso teléfono! -gritó ella levantándose de golpe- ¡Ya que había conseguido quedarme dormida!

Avanzó por el mismo pasillo por el que entró, y antes de responder, se detuvo frente a la pared. Durante unos segundos, se quedó inmersa en el cuadro que había colgado. Inmersa en el mar que mostraba la pintura, y en las dunas marrones que había en el horizonte… Las acarició con la lemas de los dedos, y en silencio musito algunas palabras. Sus ojos se humedecieron. Quizás, le echaba de menos…

El teléfono volvió a sonar…

-¡Ya voy! ¡Ya voy! -gritó desesperada. 

Descolgó el auricular, y un silencio asfixiante inundó la sala. Sus ojos se abrieron como platos, su corazón se aceleró; y se echó la mano a la boca ahogando miles de sentimientos con ese gesto. 

Salió corriendo hacia la ventana del comedor. Y lo único que vio a través del cristal, fue el inmenso desierto que siempre recrearon los ojos marrones que más amaba.



Fuera, en el pasillo, el auricular seguía balanceándose y dando golpes contra la pared. 





Arriba: Divenire de Ludovico Einaudi.
Abajo: "Infinito azul" por Laura López.



Os traigo un relato como siempre escrito por mi, una fotografía de mi galería y una canción que me fascina.

Espero que os guste, y este es mi regalo de Reyes, me adelanto un poco. 


Un beso, Laura, Lala.

jueves, 2 de enero de 2014

Calm


Hace poco tuve un percance que me llevó a perder a ciertos persojanillos que me hubiese gustado mantener, pero la vida es así, ¿No? Salen unas personas, y entran otras aunque no queramos, aunque queramos.  Y de toda esas cosas malas, que me suceden, aprendo y sale esto:



"Entraste en mi vida como un vendaval. Las mesas y las sillas ahora tenían las patas hacia arriba, jarrones rotos, lámparas parpadeantes; y aun así, me sentía bien conmigo misma, con el caos que creaste en tan solo un segundo que duró la mirada. 
Sentí que una mano tibia acariciaba toda mi espalda; sentí entonces mi vello erizarse. Y sin querer, ya estaba desnuda, y tú acariciabas con ternura y olías los restos del perfume que quedaban en la camisa a la que yo llamo, la camisa del alma. 
Así, desnuda, con todos mis sentimientos a la intemperie, tuve miedo, a qué hirieses lo más íntimo de mi, pero el que no arriesga, no gana; y por una vez todo valía la pena. Incluso las cicatrices más feas, mi desnudez las lucía con elegancia bajo la luz incandescente que creaban tus ojos azules. 
Me fijo en tus labios. Y de repente, los entornas, musitando palabras que me desvisten más aún. Yo pavorosa, empiezo a taparme... y ambos, entramos en un bucle vicioso en el que realidad y ficción se confunden.
Me ciegas, y dejas de ser el faro que me guía en la noche. Oscureces mi vida, y aún así, siento que merece la pena. 
Y giro, giro sin parar, como si hubiese vuelto a la infancia y estuviese jugando a la gallinita ciega... Pero aquí no tengo que encontrar a personas, no. Tengo que distinguir entre puertas abiertas que dan a la playa; y puertas que dan al abismo, ese mismo abismo del que provienes..."




Arriba Candles de Daughter un grupo indie.
Abajo "Be Calm" Fotografía por Laura López.






Y después de tanto, tanto, tanto, al final se queda en nada...

Espero que os guste la entrada, la fotografía, y la canción.

Un saludo, Laura, Lala. 

¡Feliz 2014!