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miércoles, 2 de marzo de 2016

Ternura, dice llamarse

Lo cierto es que sí, siempre ignoré esta parte dulce e inocente que tengo. Ternura, dice llamarse. No romántica, no os confundáis. Se puede ser tierno y alejarse del romanticismo empedernido que muchos destiláis. Esa forma empalagosa en la que transformáis todo lo que envuelve el término amor. Llenarse de etiquetas, regalar fruslerías simbólicas que posiblemente acaben en el fondo de todo cajón o hacer que desaparezca el oxígeno, espacio vital entre dos personas. Y no hablemos de la proclamación global en redes, el sello de pertenencia del uno al otro, temiendo ¿qué? ¿una invasión?; en resumen, los celos. 

Y sí, debajo de la primera impresión que pudiera dar mi persona, hay todo un mundo. Un libro con la tapa del azul más frío, y dentro las hojas anaranjadas más cálidas —o eso dicen los que me conocieron—. Se sorprendían, quizás aparentaban sorprenderse y se preguntaban, más bien, me preguntaban: ¿cómo una persona tan ausente puede encerrar tanto? Y a veces, ellos solos se respondían con el término "Soledad". Era curioso. Como si una persona solitaria no pudiera entablar relación con alguien, o ser tierna, o cariñosa, o hacer vida normal. Como si la soledad fuera esa enfermedad que todos temen padecer, cuando es un estado vital que debe sufrir cualquier persona para ser tal. 

Y si ignoré esta parte de mi, no fue porque renegara de ella. Para mi, el romanticismo recae en la sutileza y la elegancia —la sencillez, en resumidas cuentas. Simplemente, la dejé estar, como todo lo que soy; y me preocupé de vivir los momentos que se me fueron presentando. Crear todo un recuerdo, para después, tristemente olvidarlo, o quizás no. Y aún así, sólo hice eso: dejarla, a ella, a la ternura, en lo más fondo de mi; porque así, y no de otra forma, afloraría en los momentos en los que de verdad debía aflorar. 

Supongo, que como dijo Borges o Shakespeare (o de quien fuera la autoría), todo esto se aprende con el tiempo, y no sólo con el tiempo, con las relaciones en general. Y se aprende a eso, a mostrar los sentimientos cuando realmente hay que mostrarlos; a disfrutar de la soledad, que independencia no es estar solo, ni mucho menos ser frío; a hablar cuando realmente hace falta, decir las palabras justas, entre muchas otras cosas, como que el silencio jamás estorba entre dos personas si lo sabéis apreciar. 



Los tiempos están cambiando, las personas también, y por suerte o por desgracia, las formas de entender las relaciones más aún. 


No espero que me entendáis, qué sé yo, reflexiones. 

Laura.