Reproductor de música

martes, 27 de agosto de 2013

La partitura de tu vida.

Amanece, que no es poco, y la casa se tiñe de un color naranja. Las luces del alba se impregnan en cada rincón. De lejos, el dulce sonido de un "llamador de ángel" resuena entre muros de hormigón.
Las sábanas blancas huelen a ti, a la noche anterior; huelen a pasión y a deseo, pero eso ya pasó; yo envuelta en ellas, me levanto y me siento en el filo de la cama intentando hacer memoria de cada caricia y cada beso que me diste. El vello se me eriza. Una leve y fría brisa, recorre la habitación. Mis ojos verdes se clavan en la pared, y al verla allí colgada, tan brillante como siempre y tan perfecta, comprendo que nada había sucedido. Comprendo que otra vez el sueño me la había jugado, y siento de nuevo esa agridulce ausencia que dejaste.
Con pasos torpes y recogiéndome el pelo, me acerco a ella y la acaricio. Su madera está tibia y suave. Volvo a pasar mis dedos por sus cuerdas, escuchando el sonido que emiten...

Al principio sentí celos, celos de como la querías, como recorrías sus magníficas curvas, como la amabas con solo tocarla, y en cada escenario disfrutabas al mostrarla al público diciendo que era lo mejor que te había pasado. Sentí celos, hasta que un día comprendí que yo era el motivo por el que la admirabas, yo era tu musa, y ella tu instrumento. A ella le tocaste las cuerdas, pero a mi me tocaste el alma desde la primera vez que me cantaste...

Y ahora aquí sentada en esta silla frente al mar, ese que cada mañana veíamos los dos juntos, deseo ser tu guitarra. Que recorras mis piernas, que acaricies las cuerdas de mi corazón, y así si más preámbulos que explores sin freno cada curva de mi cuerpo, y sobretodo deseo ser esa partitura perdida que jamás tuviste.

Deseo que compongas de nuevo sobre mi espalda.





Saludos cordiales, Laura.