Reproductor de música

martes, 13 de mayo de 2014

Rompiendo esquemas

¡Hola!

Después de una temporada sin publicar, traigo algo que rompe esquemas, o por lo menos los míos. Estoy tratando de salir fuera y no encerrarme en la escritura de sentimientos o reflexiones, aunque eso, es prácticamente imposible puesto que tengo la capacidad de impregnar mis sentimientos en cada palabra que escribo. No es la primera vez que lo intento, ni será la última. No es lo mejor que he escrito, pero bueno. Y por tercera negación, no he podido exprimir al máximo lo que pasaba por mi cabeza, porque es difícil transmitir el miedo que pasé al vivir esa escena en mi mente, es muy difícil. Seguramente Stephen King haría de esto 4 novelas, yo me quedo corta, pero lo intento.


"Es esa tenue luz la que me acompañaba en aquella noche sombría. Los candelabros comenzaron a rebosar de cera líquida, la cual a la vez que se desliza por la vela, de forma lenta, iba solidificándose. Apenas veía, pero sentía. A medida que avanzaba, acariciaba la fría y húmeda pared. A mis espaldas las ratas roían; a mis espaldas miles de entidades se arrastraban pidiendo ayuda, pidiéndome ayuda. La noche era cerrada, tan cerrada como estaba mi alma, pero sí que es cierto que durante algunos segundos, entre las idas y venidas, de las nubes grises que cubrían el cielo, durante algunos segundos, los rayos de la luna incidían en el pasillo, dejando a la vista unas paredes llenas de santos, cruces y todo tipo de símbolos que rinden culto a la superstición cristiana. 
Mi vestido de terciopelo negro restaba por el mármol, y solo se escuchaba el eco de mis zapatos de tacón, y algún que otro agudo lamento. Cada paso que daba, me introducía en el mayor de los abismos; cada paso que daba me envejecía y me rejuvenecía a la vez. Hacer un pacto con él Diablo era pecado, ser una bruja también; pero ya, nada importaba. 
Llegando al final del principio de una nueva vida; llegando al momento de mi destrucción, me frené en seco. Justo delante, un gran portón de madera. Talladas en él había múltiples pasajes bíblicos; ángeles caídos; la lucha entre el bien y el mal; la plagas; y en el centro, justo en el centro, la cruz de San Pedro.  Al vislumbrar aquella estampa mi cuerpo se estremeció, me sentía observada por mil ojos, y todos los personajes de aquella impactante puerta, postraron su mirada en mi. 
Algo comenzó a subir por mi vestido. Acariciaba mi cuerpo, y el aire gélido que traía consigo me petrificaba. Tras juguetear con mi largo pelo, solo se limitó a decir: <<Bienvenida>> Y tras esto, como si estuviera en una obra de Bam Stoker, las luces del pasillo se prendieron. Horrorizada comprendí porque a veces se prefiere la oscuridad a la luz, aquel pasillo era el calvario de muchos. De las paredes crecía un musgo negro y putrefacto, pero lo peor no era el hedor, lo peor eran las personas encadenadas que allí estaban. Entidades devorándole el alma a seres vivos, dejándolos muertos en vida, robándoles el último soplo de esperanza. Ahogando un profundo grito, alguien tiró de mi hacia la habitación que se escondía tras el gran portón…

Oscuridad…


Más y más oscuridad…

Pensé en lo que puede haber a mi alrededor, y me daba miedo. 

Y el mayor silencio de mi vida era quebrado por el sonido de un piano. Una bella y tétrica melodía inundaba la estancia. Realmente no sabía qué estaba sucediendo, me sentía perdida, no notaba la presencia de nadie, pero sé que había alguien tocando el piano. Sé que alguien me acompañaba en esa fría noche. De nuevo, esa tenue luz apareció para guiarme, como si de un fuego fatuo se tratase.  El suelo estaba cubierto por una mullida y cálida moqueta, a ciegas, intentaba avanzar; y sin quererlo topé con el piano. Silencio. Se escuchaba el sonido de una cortina correrse, y los rayos de la luna daban de lleno en el instrumento musical. Todo se coloreó con un tono azulado. Volvió la música; y para mi asombro, no había pianista. Lo rodeé hasta la silla buscando una explicación, y ni siquiera las teclas se movían. ¿Qué estaba sucediendo? Cansada, me senté y acaricié las piezas de marfil. Y no fue precisamente el frío invernal el que me heló los huesos, si no lo que mis ojos vieron. Un gran espejo se alzaba al fondo de la sala. Me puse de pie y me alejé. 


En el reflejo estaba yo, y el piano. Y estaba él, el pianista. El hombre que cada noche se colaba en mis sueños. En el reflejo lucía el mismo vestido, el mismo recogido. Ella, mi otro yo, me señalaba. Estaba llorando. ¿Llorando sangre?. Y él, la consolaba una vez más con su música…

No entendí nada, no era un sueño. 

¿Fue ese mi destino? 

¿Fue ese el infierno del que tanto me han hablado?"






Buenas noches de Martes 13.

Un saludo y abrazo, Lala, Laura.

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