Construimos muros gélidos a nuestro alrededor, creyendo así que estaremos a salvo de que nos vuelvan a romper el corazón, y ya no eso, el alma en general. No exagero cuando lo digo, porque si que nos corrompemos por dentro cada vez que tenemos una mala experiencia, ya bien sea en relación con el amor, o con la amistad, o con lo que sea. Nos convertimos en personas frías y calculadoras, muy distintas de lo que en realidad somos, y todo exclusivamente, para salvaguardar nuestros sentimientos. Y al calor de nuestra soledad nos regocijamos de nuestros logros, y por dentro lloramos como niños asustados, porque en el fondo realmente odiamos estar así. Odiamos ir de cama en cama, buscando la esencia que otro dejó en la nuestra; odiamos besar por compromiso; y comenzamos a odiar demasiadas cosas, y a alejarnos de lo que de verdad queremos. Llegamos a herir a personas por buscar quizás algo de calor, ese calor que la soledad no te da en su totalidad y que nuestro propio muro gélido va extinguiendo lentamente hasta reducirlo en meros recuerdos con los que fantasear. Y vamos creciendo como personas, los "te quiero" no salen de la boca fácilmente, los "te amo" mucho menos; y de tantas malas experiencias el cuerpo se va acostumbrando y mete a todo y a todos en un mismo saco.
Este mismo, se va llenando y llenando. Por las noches los sollozos se van multiplicando lentamente… y a nuestro paso vamos helando todo, pero ya nada importa, ¿por qué? porque es algo rutinario.
Pero sucede a veces, que aparece alguien, llamadle X o como queráis. Aparece una persona que derriba ese muro, y entra de lleno en lo que escondíamos tras tanto frío. Como ciegos, nuestras manos pavorosas recorren ese rostro que ha conseguido realizar semejante hazaña; y de vez en cuando, nos escondemos en el poco muro que queda o nos llevamos pequeños sustos.
Una vez leído a la otra persona, vamos poco a poco dejando el miedo, y sin querer, comenzamos a dar, dar sin esperar nada a cambio que de eso trata este sentimiento. Damos quizás, ese cariño retenido; y aun así, el miedo nos oprime tanto que no somos capaces de decir dos sencillas palabras, pero en este tipo de temas quizás las palabras sobren, porque somos capaces de averiguar y descifrar un corazón entero con tan solo una mirada.
Puestas todas las cartas sobre la mesa, lo único que queda es dejarse llevar. La música envuelve la habitación, dos personas juntas queriéndose en silencio, y un beso que los lleva al vértigo.
Me disfrazo de ti.
Te disfrazas de mi.
Y jugamos a ser humanos
en esta habitación gris.
Te disfrazas de mi.
Y jugamos a ser humanos
en esta habitación gris.
Un saludo Laura, Lala.