Otra vez, te has quedado ahí, mirándome, quizás sin saber muy bien qué hacer.
Otra vez, se repite la misma historia, la misma ropa, mismo lugar... pero tú y yo, somos distintos. Casualidades.
Dices que he cambiado, que he madurado; y lo cierto, es que sí, no sé si la primera, la segunda o ambas, qué sé yo, los golpes de la vida, que vienen y van y a una, siempre la pillan con la guardia baja. También dices, que estoy más fría, y puede ser...
Entre palabras y palabras, sujetas mi culo como si te fuera la vida en ello. Haces comentarios sobre mis piernas kilométricas con esos tacones de vértigo, me besas la frente y de vez en cuando, si pasamos frente a algún escaparate sueltas un: Qué buena pareja hacemos...
Yo que aunque calle, asiento y sonrío, y la verdad es que sí; y mientras sigues hablando me pregunto si nuestros reflejos estarán juntos en su realidad.
Te escucho en silencio, hablas de ti, y de todo lo que hay alrededor, que no son pocas cosas. Me encanta oirte.
Miras como quien contempla una obra que conmueve y me dices que te gusta cuando el sol me da en el rostro, y yo agradezco esas palabras y los rayos cálidos que acarician el frío verde de mis ojos.
Curioso es que siempre nos veamos en despedidas, y no en reencuentros. Noches fugaces que nos quitan el sueño... y por un momento, solo por un momento, comienzo a creerme todo; pero la niña que hay en mi interior, huye de nuevo a su castillo.
Y es ahí, en ese momento, en el que tú primavera y la mía se cruzan y se mantienen al unísono con algunos compases sueltos que incitan al beso no dado, es ahí, cuando quiebras mis muros y susurras un "
"No te vayas..." seguido de un (mío) "Vente..." cargados de ojalases, esos que tanto odiamos usar, esos que tanto nos duelen... Y dices que no puedes, y no me sorprende, porque todo ya lo sabía, porque esto no es nuevo para ti, ni para mi; y las mismas palabras que hace tiempo me dijiste, hoy vuelven a resonar, pero con más fuerza.
Viapol, te espera.
Buenas noches, Laura, Lala.
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