Reproductor de música

viernes, 30 de enero de 2015

Piso franco

Son las doce de la noche y me abres la puerta de tu casa, otra vez. El olor a tabaco me rodea y me acaricia, dándome la bienvenida. El ruido que sale del centro de la pequeña ciudad, rompe el silencio que ambos sujetamos con la mirada. Nuestros cuerpos, ellos solos, hacen pactos endemoniados contra nuestra razón: caricias sin querer, guiños sin querer... todo sin querer, pero a la vez queriendo, y queriendo más el uno del otro. 

Dices de salir, y yo te sigo a donde haga falta. Tan solo unos metros andados, y ya estamos bebiendo en cualquier antro, para ahogarnos las penas, las ganas, y todos los pensamientos. Algo de Supersubmarina, algo de Pereza, Funambulista de fondo a ratos y un popurrí de canciones de Grease. Tú apoyado en la columna me ves cantar y bailar al ritmo de Lori Meyers. Mi alegría irradia luz entre tanta oscuridad, y aún así, sigues pensando que he madurado, que estoy fría y distante, pero lo cierto es que sí.

Llevábamos mucho tiempo buscando esa estabilidad que apaciguaba las aguas turbias de nuestras sábanas. El perdernos entre miradas.

Allí estabas tú, apoyado en la pared con esa camiseta gris con la Estrella de la Muerte dibujada en ella, mirándome desafiante. Sin más, las luces del local se fundieron como otras veces se fundió la primavera de mis ojos. Sentí como una mano tibia se colaba entre mi pelo y acariciaba mi nuca, la otra cogía las chaquetas amontonadas encima de una máquina de tabaco. Sin darnos cuenta, salíamos a escape del bar y nos perdimos en la oscuridad inmanente de aquel apagón general que llegaba a todo rincón de la ciudad. Hacía frío, y tú me guiaste a ciegas a tu portal.

No sé a qué hora dejó de sonar Damien Rice por todos los rincones de aquel piso franco, ni cuando se apagaron las velas que daban algo de luz a aquella estampa. Lo que sí que recuerdo es cuando dijiste que éramos dos personas correctas en tiempos equivocados; y ahora parece que hemos conseguido coincidir entre tantas idas y venidas. De vez en cuando se te escapaba un "Ay, nena..." mientras recorrías mi espalda...

Sonaba It takes a lot to know a man, cuando susurraste: "Deberías escribir sobre esta noche..."


Y eso hago.


Viapol te espera, como siempre.





Buenas noches, vuelvo después de un tiempo por aquí, con esta entrada no es la más buena, ni mucho menos, tampoco será la peor. Un beso, Laura, Lala.


PD: AL.




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