Reproductor de música

lunes, 22 de febrero de 2016

Arriba


           Yo también estuve allá, arriba. Encima de todo trapecio, manteniendo el equilibrio para no caer al abismo que había al otro lado. Allí, donde al observar al frente, toda mirada se perdía en el más puro negro desconcierto. Donde los focos abrasaban cualquier delicada piel, pero exaltaban todos y cada uno de mis sueños más preciados. La cima, sudar, el nerviosismo inicial que se va transformando de manera paulatina en miedo a fallar. También lo sentí y también busqué miradas inquietas a través del telón, miradas que sin mediar ni una sola palabra evocasen a múltiples fantasías, personajes, historias, pero sobre todo que mostraran personas. Y de vez en cuando, las encontraba: fijas, brillando en la nada, deseando un acto de reciprocidad que les dijese que yo estaba sólo para ellas; y a veces, era así, pero muchas otras salía huyendo ante tal escena; porque si algo da más miedo que esperar cualquier cosa de alguien, estar ante esa incertidumbre del si y del no, si algo da más miedo, es saber que alguien está esperando hechos y acciones por tu parte, cosas que tú mismo sabes que no vas a dar en la vida. 


Pero al igual que estuve allá, en lo más alto, donde las ojeras se multiplican por las violentas luces, donde todo se magnifica momentáneamente y al finalizar cae en picado, también estuve allá, sumida en el oscuro vacío que hay al otro lado de la grandeza. Disfrutando todo cuanto acontecía y siendo esa mirada que un día yo misma busqué cuando era grande. Y lo sufrí, huyeron al observarme, otros se quedaron en blanco, otros me ignoraron; pero se mantuvieron firmes en muchas otras ocasiones. La sostuvieron y brillando desde lo más alto me regalaron lo que jamás nadie podría regalarme: buscarme entre la multitud y dedicarme por unos segundos todo lo que allá, arriba, estaba ocurriendo. 







Al final lo que nos queda son esos momentos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario