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domingo, 22 de junio de 2014

Leyendas de Lágrimas Naufragas

El faro alumbraba un gran mar negro que iba de uno al otro confín. Era noche de tormenta, y en el horizonte se veían los rayos que rompían el cielo cerrado. Las olas atacaban furiosas los espigones, los barcos, incluso se atacaban a ellas mismas. Era una de esas noches en las que ni en casa estás segura, pues la luz se iba cada dos por tres, las goteras del techo se multiplicaban y el frío entraba por todos lados. Era una de esas noches, en las que dormir puede implicar la salvación, el alejarte y evadirte de cuanto acontece a tu alrededor; pero puede implicar también, la muerte, el no saber reaccionar rápido ante el peligro.

Todo el mundo estaba en casa encerrado, algunos intentaban sintonizar las radios, otros intentaban arreglar sus televisores, muchos dormían, otros rezaban a su Dios, con la esperanza de ser oídos… Nadie absolutamente nadie estaba en la calle, excepto ella.

A lo lejos en la playa, una muchacha en camisón observaba el mar como quien observa un cuadro. Sus ojos verdes se postraban en el negro infinito que había a su alrededor, y parecían calmar las aguas a ratos, y a destiempo las enfurecía más. Sentada sobre la fría y húmeda arena, la lluvia resbalaba por su cabellos negros, su ropa se confundía a estas alturas con su piel, como quizás lo hacían sus lágrimas con la lluvia. Tras media hora del silencio que ofrecía la tormenta, se levantó. Se dirigió a la orilla y comenzó a andar sobre el agua. Cada paso que daba hacía que bajo sus pies, se serenase la mar.

Anduvo durante horas, y una vez estuvo lo suficientemente lejos del faro, se frenó en seco. Allí a lo lejos, vestida de blanco, parecía una estrella entre tanta oscuridad. Allí a lo lejos, era un insignificante punto blanco, que nadie vislumbraría por culpa de la tormenta. Se arrodilló, y posó sus manos sobre el agua, su cabeza miraba hacia bajo. Comenzó a llorar… y a gritar… allí, sola, en el horizonte; una noche de tormenta. 

Dicen que sus lágrimas negras, teñidas por el rímel de sus ojos, son las que llenan cada noche el mar, lágrimas negras como las aguas del mismo. Dicen que sus gritos son los truenos que rompen el silencio de las gotas de lluvia, de las bravas olas… Dicen tantas cosas de aquella estrella del horizonte… pero nadie se atreve hablar de su soledad. Nadie se atreve a darle explicación a cada una de sus lágrimas; nadie la entiende, porque nadie comparte su dolor; nadie le preguntó por qué seguía llenando el mar cada día… Quizás ahogase sus penas de esa forma. 

Hacía años, que la lluvia no dejaba de caer sobre aquel pueblo costero. Las casas cubiertas de moho eran iluminadas por un antiguo faro. Los barcos no llegaban a aquel puerto desde hacía años. Era noche de tormenta. A lo lejos, en el horizonte, una estrella brillaba con fuerza por última vez. A lo lejos, en el horizonte, una estrella se apagaba… y la tormenta amainaba.


Fue noche de tormenta y naufragó su barco; con él todos los pasajeros, pero el corazón salió a flote. 





Espero que os guste, esto va por rachas, ahora publico mucho, el mes que viene quizás nada. 

Un saludo, Lala, Laura. 

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