Reproductor de música

viernes, 21 de junio de 2013

Aquel sitio.

Llevo unos días romanticona en demasía. Ser romántico no es malo, todo lo contrario, pero me noto a mi misma empalagosa, aunque sí es cierto, no lo he demostrado por ningún lado porque eso, se siente.

Ayer buscando en el baúl de los recuerdos uhhh! (tenía que ponerlo como en la canción), encontré una carpeta en la que guardo todo lo que escribo entre otras cosas, y vi miles de textos de amor sin acabar, cartas sin remitentes, entre otras cosas. Y me pregunté ¿Por qué no terminar esos folios con tan solo una frase? Y eso he hecho, he terminado uno que me ha parecido interesante. 



>> Otra vez aquel sitio. ¿Qué hacía allí de nuevo?

Me senté a su lado, y estuve un largo rato observándolo. Observando su tez morena; sus ojos azules cristalinos, su manos desgastadas por el tiempo... 
A medida que los minutos fluían, sus ojos se iban inundando. Casi no podía ver cuando el embalse de su alma comenzó a desbordarse en pequeñas y paulatinas lágrimas que se iban perdiendo en el barrizal que había a su alrededor. El cielo estaba teñido de gris, y pronto comenzó  a caer una fina y húmeda cortina sobre aquel cuerpo, y él pudo camuflar ese llanto incesable entre tanta agua colmada de tristezas y desgracias.

Me apené de verlo en aquella situación, intenté llorar, pero no podía. Me acerqué aun más pavorosa porque me descubriera, incluso llegué a contener el aliento y pensé "¡Qué tontería, nadie puede verme!"

Dejando atrás los miedos, rocé mi pequeña e inerte nariz por su cálida mejilla. Él tan solo agachó la cabeza, ni se inmutó. Lo intenté de nuevo. Esta vez me posé sobre su espalda como solía hacer; y para mi asombro, su vello se erizó. "Me siente..."- pensé. Él alzó la cabeza y miró al infinito, como miraban sus interminables ojos azules, buscando quizás una razón al por qué de la velocidad de su corazón. Minutos más tarde, apoyó la cabeza en la pared contigua y comenzó a musitar palabras por sus gruesos labios, pero fueron incomprensibles. 

En ese momento, en el que vi como se desquebrajaba su alma, todo su ser, sentí que me moría por dentro. Desee poder gritarle tantas cosas, pero ni él ni yo íbamos a ser escuchados.

Entonces cuando pensé que todo estaba perdido, vi como alzaba su mano a tientas entre la llovizna que caía. La rocé, y él la apartó. Me posé frente a frente, y lo miré. Pero él, al alzar la vista tan solo contempló un vacío; un vacío en el que estaba yo. Le besé la frente, y haciendo el mismo recorrido de siempre, le acarició el rostro y posé las yemas de mis dedos sobre su boca. Cerró los ojos y entre lágrimas, lamentos y hipos desgarradores, entendí: "...se que estás ahí..."

Con miedo y con el alma por los píes, salí huyendo de allí, quizás para no volver. >>


De este texto tan solo tenía la frase inicial. 

Adjunto una canción del gran Ludovico Einaudi, la cual he estado escuchando mientras escribía. 



Quizás no os guste, o quizás sí. Son unas simples palabras más que de amor, de desamor acompañadas de una melancólica melodía a piano.

Feliz día de la Música, aunque todos los días lo sean, por lo menos para mi.

Besos en el cuello, caricias en el corazón. Os quiere, Laura. 

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